13 de agosto de 1521: El día que cayó México-Tenochtitlan… y empezó otra ciudad

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En esta ciudad hay fechas que no se borran, aunque pasen cinco siglos. El 13 de agosto de 1521, martes y día de San Hipólito, la gran México-Tenochtitlan se rindió. No fue un final repentino, sino la culminación de un asedio que duró más de 60 días. Un sitio que no solo fue militar: fue hambre, sed, enfermedad y resistencia.

El cerco sobre el lago

A finales de mayo, la ciudad fue rodeada. Hernán Cortés no estaba solo: detrás de sus hombres había una coalición de decenas de miles de guerreros aliados —tlaxcaltecas, chalcas, huexotzincas y otros pueblos— que tenían viejas cuentas con el poder mexica. La estrategia fue precisa: cortar los acueductos que traían agua dulce desde Chapultepec y Coyoacán, y desplegar 13 bergantines armados para dominar el lago, bloquear las calzadas y aislar la ciudad.

Pero el verdadero enemigo ya estaba dentro: la viruela, que había llegado un año antes, había diezmado la población y cobrado la vida de Cuitláhuac, tlatoani que había tomado el mando tras la Noche Triste.

El último tlatoani

El huey tlatoani Cuauhtémoc tenía poco más de veinte años. Ese 13 de agosto, en un último intento por salvar a su gente, intentó escapar por las aguas del lago de Texcoco. Fue interceptado por el capitán García Holguín y llevado ante Cortés. Las crónicas españolas le atribuyen la frase: “Ya he hecho lo que estaba obligado a hacer… Toma ese puñal y mátame con él”. Los relatos nahuas, sin embargo, no la registran, recordándonos que la historia cambia según quién la cuente.

Tras la caída

La rendición no trajo paz inmediata. Comenzó la demolición sistemática del recinto sagrado y de los edificios principales. Las piedras se reutilizaron para levantar la nueva capital de la Nueva España sobre la traza de la antigua ciudad. Calles rectas sustituyeron canales, pero el corazón de Tenochtitlan siguió latiendo bajo la nueva urbe.

En los barrios indígenas, en los mercados, en las fiestas y en las palabras en náhuatl que seguimos usando —tianguispetatecoyotl— sobrevivió una memoria que ni las guerras ni los siglos han podido borrar.

Una ciudad que siempre renace

El 13 de agosto no es solo la historia de una derrota. Es también el testimonio de una ciudad que sabe levantarse. Lo hizo en 1521, lo ha hecho tras temblores, inundaciones y crisis, y lo sigue haciendo cada día.

Caminar por el Centro Histórico es pisar dos ciudades a la vez: la que fue y la que es. Entre templos coloniales y avenidas modernas, bajo el asfalto, aún corren los antiguos canales. En las fiestas patronales, en el aroma de un puesto de tamales o en el eco de un pregón callejero, Tenochtitlan sigue aquí.

Porque la Ciudad de México no se rinde: se transforma, se reconstruye y se reinventa. Es una ciudad que, como sus calles, tiene memoria y movimiento. Y en Calles Chilangas, creemos que contar estas historias es una forma de caminarla, de entenderla y de amarla.


Calles Chilangas te invita: Si pasas por Paseo de la Reforma y Avenida Hidalgo, busca la iglesia de San Hipólito. Ahí, cada 13 de agosto, que no sólo es la iglesia de San Judas, pero esa es otra historia, de ahí salía una procesión que recordaba la caída de la México-Tenochtitlán.

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