El Templo Mayor: Un tesoro que estuvo escondido por décadas

Alguna vez has estado frente al Templo Mayor, un lugar sagrado que sobrevivió a la conquista, oculto durante siglos bajo las construcciones virreinales y decimonónicas. A lo largo del siglo XX, los arqueólogos comenzaron a desvelar su enigmática ubicación, revelando capas de historia que resplandecen con la grandeza de la antigua Tenochtitlán.

La leyenda cuenta que el Templo Mayor se alzó en el lugar donde los peregrinos de Aztlán hallaron un nopal sagrado enraizado en una piedra. Sobre este nopal, un águila devoraba una serpiente con sus alas extendidas al sol. Este humilde comienzo, una estructura inicial de lodo y madera dedicada a Huitzilopochtli, marcó el nacimiento de uno de los edificios ceremoniales más emblemáticos de su tiempo.

Cada Tlatoani o gobernante de la México-Tenochtitlan dejó su huella en el Templo Mayor, agregando nuevas etapas constructivas. Estas mejoras podían ser sutiles, como la renovación de escalinatas, pero siempre celebraban tanto el poder del líder gobernante como el engrandecimiento de Huitzilopochtli, el dios solar de la guerra, mientras escribo estas líneas, escucho en mi mente la canción de Lazcano Malo: “Todas las mañanas en Tenochtitlán…”

Pero no se trataba solo de Huitzilopochtli; los mexicas adoraban a diversos dioses que equilibraban las fuerzas de la naturaleza. Tláloc, el dios de la lluvia y patrón de los agricultores, compartía el altar con Huitzilopochtli. Así, el Templo Mayor adquirió la forma de una pirámide  escalonada doble, con adoratorios dedicados a ambas deidades en su cúspide.

Los grupos de arqueología urbana ha revelado al menos siete etapas constructivas en el Templo Mayor, con especial énfasis en la llevada a cabo durante el gobierno de Huitzilíhuitl, el segundo tlatoani de Tenochtitlán. Se han encontrado los muros de los adoratorios, la piedra sagrada de los sacrificios (téchcatl), y una escultura de Chac-Mool. También se destaca la etapa durante el gobierno de Izcóatl, que reveló esculturas de portaestandartes que defendían el acceso al templo de Huitzilopochtli.

La historia de este sitio extraordinario comenzó en una fría mañana de febrero de 1978, cuando trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro hicieron un descubrimiento fortuito: el monolito de la diosa Coyolxauhqui. de la época de Axayácatl, quien gobernó entre 1469 y 1480: el monolito circular de la diosa lunar Coyolxauhqui. Esta pieza destacada se suma a la majestuosidad del Templo Mayor y demuestra la riqueza de la cultura mexica en su apogeo.

Este hallazgo marcó un punto de inflexión en el estudio de la cultura mexica y dio inicio al Proyecto Templo Mayor, dirigido por el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma. Durante los años siguientes, se llevaron a cabo excavaciones que ya revelaron más de 7,000 objetos y los vestigios del Templo Mayor de Tenochtitlán.

Los conquistadores españoles solo conocieron la última etapa del Templo Mayor, construida durante el reinado de Moctezuma Xocoyotzin. Maravillados por su majestuosidad y altura, quedaron admirados por el esplendor de este edificio sagrado. Las fachadas miraban hacia el poniente, destacando la doble escalinata flanqueada por cabezas de serpiente y los braceros que sostenían el fuego sagrado en la cima, combinando los colores rojos del estuco y azules verdosos.

Solo sacerdotes y sacrificados tenían acceso a estas escalinatas. Desde la cúspide del templo, se podía contemplar la ciudad en todo su esplendor. Sin embargo, en cada capa de historia descubierta bajo sus piedras, vemos la comunión entre el hombre y sus dioses, la devoción que forjó una civilización, y la riqueza de una cultura que continúa sorprendiéndonos desde las profundidades del tiempo.

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