Al cruzar las puertas del Museo Nacional de Arte, el visitante siente que entra en otra dimensión. La exposición Bajo el signo de Saturno no se limita a mostrar obras; propone un viaje por lo visible y lo oculto, donde cada sala funciona como un pequeño oráculo.

Todo comienza con una carta astral que André Breton hizo para Jean Schuster. Ese papel parece un hilo que conecta siglos de preguntas y símbolos. Desde ahí, la muestra despliega cuatro núcleos: Nigromancia, Clarividencia, Astrología y Terror Cósmico, cada uno con obras que dialogan entre sí y con quien las observa.
En Nigromancia, fotografías y textos antiguos se mezclan con pinturas en las que los cuerpos parecen existir entre la vida y la sombra. Clarividencia invita a mirar las líneas de la mano y los arcanos del tarot, mientras retratos y objetos sugieren que leer el futuro no es un juego, sino un arte. En Astrología, cartas astrales y globos celestes se combinan con pinturas que buscan descifrar el destino a través de los astros. Finalmente, Terror Cósmico deja sentir la vastedad, lo desconocido y la inquietud de lo que está por venir.




Recorrer la exposición es detenerse en lo inesperado, en los detalles que parecen insignificantes y que de pronto cobran sentido. Las obras no solo se miran, se escuchan; susurran preguntas que atraviesan tiempo, espacio y memoria. Saturno, planeta del límite y la introspección, se convierte en guía invisible que recuerda que el arte también interroga, inquieta y provoca.
Al salir, la luz del museo parece distinta. Bajo el signo de Saturno no solo revisa la colección del MUNAL, la transforma. Con cada paso, el visitante descubre que el arte mexicano también guarda su costado esotérico, su necesidad de explicar el mundo a través del misterio.
No hay respuestas claras ni finales cerrados. Solo una certeza: el arte, bajo el signo de Saturno, sigue preguntando.



