Entre los balcones antiguos del Centro Histórico, el Museo del Estanquillo guarda una nueva historia dentro de sus muros. En sus salas principales se presenta Bipolaridad Visual, una exposición que celebra los cuarenta años de trayectoria de Siameses Company, el dúo artístico conformado por Marisa Lara y Arturo Guerrero.
A lo largo de más de trescientas obras, la muestra invita a recorrer un universo donde lo cotidiano se mezcla con lo simbólico, donde la ciudad, el cuerpo y la espiritualidad conviven en una misma escena. Pinturas, esculturas, collages, fotografías, vestuarios e instalaciones conforman un recorrido que revela el diálogo permanente entre la realidad y la imaginación que caracteriza a esta dupla.

Lara y Guerrero comenzaron su trabajo en los años ochenta, una época en la que el arte mexicano exploraba nuevas formas de expresión. Desde entonces, su obra ha mantenido un carácter experimental y profundamente humano. En piezas como Todo se lo debo o Trazos desde el purgatorio se percibe su interés por representar las dualidades de la existencia: la belleza y el caos, la ironía y la fe, lo íntimo y lo colectivo.
La exposición se organiza en diez núcleos temáticos que funcionan como estaciones de un mismo viaje. Cada sala propone una mirada distinta hacia los conflictos y los deseos que atraviesan la vida moderna. No hay respuestas únicas, solo reflejos: el espectador se convierte en parte del diálogo, en otra forma de esa “bipolaridad visual” que da nombre a la muestra.




En palabras de sus creadores, el arte es una forma de “trascender todas las fronteras”. Y en el Estanquillo, esa idea se vuelve tangible. La exposición transforma al museo en un espejo donde la ciudad se observa a sí misma, fragmentada y múltiple, pero también vital.
Bipolaridad Visual puede visitarse en el Museo del Estanquillo, ubicado en Isabel la Católica 26, Centro Histórico, alcaldía Cuauhtémoc. La entrada es libre y el horario es de miércoles a lunes, de 10:00 a 18:00 horas.
Visitar esta exposición dentro de las Calles Chilangas es recorrer cuatro décadas de creación, pero también enfrentarse a una pregunta más profunda: ¿qué tanto de lo que miramos pertenece al arte y qué tanto a nosotros mismos?



